Desde hace 55 años se emite en la Festividad de San Francisco de Sales el Mensaje para la Jornada mundial de las comunicaciones sociales. Siempre es un mensaje que da pauta a comunicadores, ya que recoge lo más actual de la realidad que vivimos y se convierte en la conciencia periodística de quienes están comprometidos con tan noble profesión
Este 2021 el Papa menciona que para poder relatar la verdad de la vida que se hace historia es necesario salir de la cómoda presunción del “como es ya sabido” y ponerse en marcha, ir a ver, estar con las personas, escucharlas, recoger las sugestiones de la realidad, que siempre nos sorprenderá en cualquier aspecto. Para toda expresión comunicativa que quiera ser límpida y honesta tenemos la llamada a “ir y ver”
En el tema de la comunicación, estamos ante el riesgo del divorcio de la información y la realidad. Donde cada vez, el periodismo es menos capaz de recoger, ni los fenómenos sociales más graves ni las energías positivas que emanan de las bases de la sociedad. Estamos ante una crisis en el periodismo y la comunicación, información hecha desde una computadora sin desgastar las suelas de los zapatos.
Todo esto sucede si no nos abrimos al encuentro, si permaneceremos como espectadores externos. Esto a pesar de las innovaciones tecnológicas que tienen la capacidad de ponernos frente a una realidad aumentada en la que nos parece estar inmersos.
Cada instrumento moderno será útil y valioso sólo si nos empuja a ir y a ver la realidad que de otra manera no sabríamos, si pone en red conocimientos que de otro modo no circularían, si permite encuentros que de otra forma no se producirían.
El termómetro que nos dirá si un medio es útil y valioso será si nos empuja a ir y ver la realidad, si permite encuentros que de otra manera no se producirían.
En la Iglesia lo tenemos por bien experimentado, ya que la fe cristiana que nos narran los evangelios se comunicaron como un conocimiento directo, nacido de la experiencia, no de oídas.
El “ven y lo verás” es el método más sencillo para conocer una realidad. Es la verificación más honesta de todo anuncio, porque para conocer es necesario encontrar, permitir que aquel que tengo de frente me hable, dejar que su testimonio me alcance.
También el periodismo, como relato de la realidad, requiere la capacidad de ir allá donde nadie va: un movimiento y un deseo de ver. Una curiosidad, una apertura, una pasión.
El Papa reconoce el periodismo hecho por valientes y comprometidos profesionales que narran las difíciles condiciones de las minorías perseguidas, de los abusos e injusticias contra los pobres y la creación; las muchas guerras olvidadas. Señala, que sería una pérdida no sólo para la información, sino para toda la sociedad y para la democracia si estas voces de periodistas desaparecieran: sería un empobrecimiento para nuestra humanidad.
Aun en este tiempo de pandemia se corre el riesgo de contar la crisis desde la visión acomodada, sin la preocupación de apuntar la exclusión a la salud de las poblaciones más indigentes.
Añade el Papa que en esta realidad desigual será lamentable que no quede documentado en los medios que, en la distribución de las vacunas los pobres siempre son los últimos; y nunca será noticia las largas filas de personas en los centros de Cáritas para recibir un paquete de alimentos.
Francisco pone de relieve los formidable de los actuales instrumentos de comunicación. De hecho, multiplican la capacidad de contar y de compartir, de tener mediante la tecnología digital la información de primera mano. Pero esto a su vez nos responsabiliza a todos como usuarios y como consumidores. Ya que el destinatario también se puede convertir en relator de lo que sucede y dar su contribución civil.
Esto por supuesto, atrae riesgos de una comunicación carente de controles, noticias e imágenes manipuladas, Pero esto antes de demonizar el instrumento nos debe dar la capacidad de discernimiento y responsabilidad. Todos estamos llamados a ser testigos de la verdad: a ir, ver y compartir. Aun y con esta inercia de la comunicación digital, el Papa nos recuerda que nada sustituirá el hecho de ver a la persona; ya que algunas cosas solo se aprenden desde la experiencia.
Recordemos que la atracción que ejercía Jesús no solamente fue con sus palabras, sino con los ojos, el tono de su voz, los gestos. La palabra es eficaz solamente si se “ve”, sólo si te involucra en una experiencia, en un diálogo. Por este motivo el “ven y lo verás” era y es esencial.
El palabrerío abunda en nuestro tiempo, ya acusaba el dramaturgo inglés, W. Shakespeare de este vicio de la elocuencia vacía: «Sabe hablar sin cesar y no decir nada. Sus razones son dos granos de trigo en dos fanegas de paja. Se debe buscar todo el día para encontrarlos y cuando se encuentran, no valen la pena de la búsqueda» El Papa Francisco nos recuerda que estas palabras valen para los comunicadores cristianos.
Nos dice el Papa con firmeza: La buena nueva del Evangelio se difundió en el mundo gracias a los encuentros de persona a persona, de corazón a corazón. Y haciendo alusión a un gran comunicador como fue Pablo de Tarso y ubicándolo en esta época, escribe que quizá Pablo hubiera utilizado el correo electrónico y las redes sociales, pero en realidad fue su fe, su esperanza y su caridad lo que impresionó a sus contemporáneos que lo escucharon predicar y tuvieron la fortuna de pasar tiempo con él, de verlo durante una asamblea o en una charla individual.
Grandes comunicadores cristianos a lo largo de la historia nos transmitido el testimonio de cómo cambió su vida por el encuentro con Jesús. El desafío que nos espera es, por lo tanto, el de comunicar encontrando a las personas donde están y como son.
Concluye el Papa su mensaje con una oración:
Señor, enséñanos a salir de nosotros mismos,
y a encaminarnos hacia la búsqueda de la verdad.
Enséñanos a ir y ver,
enséñanos a escuchar,
a no cultivar prejuicios,
a no sacar conclusiones apresuradas.
Enséñanos a ir allá donde nadie quiere ir,
a tomarnos el tiempo para entender,
a prestar atención a lo esencial,
a no dejarnos distraer por lo superfluo,
a distinguir la apariencia engañosa de la verdad.
Danos la gracia de reconocer tus moradas en el mundo
y la honestidad de contar lo que hemos visto.